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Dolor y Gloria: reconciliación a través del pasado



Mi recomendación de hoy es que vayas a ver la nueva película autobiográfica del gran realizador cinematográfico Pedro Almodovar: “Dolor y Gloria”. Protagonizada por Antonio Banderas, Asier Etxeandía, Julieta Serrano con la colaboración de Penelope Cruz. Forma parte de la trilogía autobiográfica del cineasta, en la que se le unen: “La ley del deseo” y “la mala educación” (no es necesario ver las otras películas para poder entender esta). 


La película es una metaficción, escrita y dirigida por Pedro Almodovar, y narra la historia de un director de cine llamado Salvador Mallo (Antonio Banderas) que se encuentra en un estado depresivo y estático en su vida laboral, con innumerables dolores físicos y de cabeza. Decide vivir nuevas experiencias y busca reconciliarse consigo mismo a través del pasado. 


En cuanto a Dirección de Arte se trata, a todos se nos viene a la cabeza el color rojo característico en la filmografía de Almodovar, y por supuesto, “Dolor y Gloria” no iba a ser la excepción. Este color presente en todo el filme nos relata la esencia y funciona como una suerte de guía de los temas que trata la película, como lo son: el deseo, el dolor, el amor y el primer amor, que terminan siendo los puntos claves para que el protagonista pueda resolver su conflicto. El trabajo de Diseño de Producción de Antxón Gómez (“Julieta, “La piel que habito”, “Todo sobre mi madre”) y la Dirección de Arte de María Clara Notari fue espléndido, la película funciona como una maquina del tiempo mostrándonos el presente y el pasado de Salvador Mallo mediante el uso de Flashbacks. Cuando viajamos a los tiempos de su infancia nos da ese aire a la antigua Grecia, en donde los blancos y azules están marcados en los decorados, estructuras que parecen estar hechas de barro, funcionando como una suerte de metáfora de la conexión de nuestro personaje con el entorno y sus raíces, en donde no le quedaba más nada que ser el mismo. Opuesto al presente, la líneas juegan un papel fundamental, en varios casos haciendo alusión a lo encerrado que se siente el personaje; colores llamativos y espacios fríos que emulan lo alejado que está el protagonista de sí mismo. 


Algo característico del presente son los innumerables cuadros que toman lugar en la casa de Salvador Mallo. Investigando un poco sobre esto, me consigo con que casi todos, salvo dos, pertenecen a la colección de cuadros de Pedro Almodovar. Los otros dos son cuadros que el cineasta no pudo adquirir. Uno de ellos es del pintor figurativo Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948), y el otro es una obra surrealista de Maruja Mallo (Viveiro, Lugo, 1902-Madrid, 1995) en el que se vislumbra un racimo de uvas y que traslada al director a una historia de amor imposible. En una entrevista hecha recientemente a Almodovar, él quería adquirir la obra del racimo de uvas, pero en el momento no pudo costearla. Luego, cuando pudo invertir en ella, el galerista la había comprado para su colección personal, por lo que el director le termina haciendo homenaje en el filme como una forma de haberla conservado para siempre. 


Como toda película de Almodovar el guión siempre deja de qué hablar, con diálogos que tocan en el alma e historias tan humanas que es imposible no poder conectar con ellas. A pesar de ser una película autobiográfica se manejan temas arquetípicos que nos son afines a todos, vemos como la depresión y el estancamiento forma parte de nuestra humanidad, y que indagando en nuestras emociones y conectando con nosotros mismos podremos superar ese estado. La cinematografía (José Luis Alcaine: “La piel que habito”, “Volver”), nos regala cuadros que emulaban a una pintura, siendo el pasado una obra impresionista con una mezcla de iluminación cálida con colores fríos o viceversa, utilizando colores puros y el contraste entre ellos; y el presente llevado a lo surrealista, usando composición asimétrica, contraste entre colores creando imágenes erróneas, donde el ojo no sabía a dónde realmente mirar porque no existe una armonía entre colores, sino más bien, que la escena impacte en la vista y podemos observar esto aún más, porque la mayoría de las pinturas que vemos en el decorado son surrealistas. 


La influencia de los movimientos artísticos es tan importante dentro de la obra de este gran cineasta que vemos en el filme diferentes movimientos, como los ya mencioné anteriormente. Desde que comienza nos introduce los créditos con un fondo de arte abstracto que atrapa la atención del ojo y logra que conectemos rápidamente con la película, causando curiosidad. 

La dirección de Pedro Almodovar no me sorprendió tanto, en lo personal siento que es un director que le interesa más contar la historia y transmitir las emociones que dar una propuesta innovadora de dirección, además, que la película no lo ameritaba. El recurso de los flashbacks eran necesarios porque forman parte fundamental del desarrollo de la historia y resolución del conflicto, pero la forma en cómo se utilizo no me atrapó, siento que se fue por el lugar común. La película es un guiño a “Fellini 8½” (podemos observar un poster de esta filmografía en la película), que también utiliza el recurso de la metaficción. 


La estrellita se la lleva sin duda el gran Antonio Banderas, los años no le pasan y nos regala una interpretación espléndida, llevando toda la película en sus hombros, logrando un gran acercamiento en la apariencia y personalidad histriónica de Pedro Almodovar. Penelope Cruz es otra que tengo que mencionar, aunque tiene un papel secundario su interpretación es de admirar, haciendo el personaje de esta mujer aguerrida, pero lo interpreta de la forma más humana posible que logramos conectar al instante con ella. 


“Dolor y Gloria” se le pueden dar múltiples lecturas, pero la que yo rescato y con la que más conecté, es el hecho de que cuando estamos deprimidos, estancados y negados a avanzar, es el momento donde más tenemos que buscar conectar con nosotros mismos, indagando en viejas heridas que pudieron ocasionar ese estado y cerrar ciclos que quedaron inconclusos. Al final, por más que evadimos el problema, nos termina alcanzando. Es súper importante enfrentar el duelo y escuchar lo que estamos sintiendo, para así, poder encausarnos nuevamente, transformarnos y conectar con nuestro potencial creativo. 

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